domingo, febrero 06, 2011

Bullying- la vida se pone mejor (campaña americana)

amigos osos, amigos de GG que creen, y si hiciera algo así acá?


hace ratos que quise compartir esto, pero esperaba que en Guatemala hubiera coyuntura o manejo del tema, es el periódico que lanza al ruedo el tema, entonces aprovecho para mostrarle el testimonio de Constantino, un chapin que radica en Norteamerica, esperando e que con su testimonio, las cosas se pongan mejor.

Los comentarios y difusión de todos y todas son imporntantes.

Hola. Soy un periodista en Nueva York, originalmente de Guatemala. No sé si has escuchado del proyecto It Gets Better, de Dan Savage. Dan es un escritor en Seattle que, preocupado por la serie de suicidios que han habido en EEUU (6 en el ultimo mes) de jóvenes gay, ha hecho un llamado a adultos gay para que compartamos nuestra historia en youtube, dando ánimo a los jóvenes gay, diciéndoles que la vida se pone mejor, que tan sólo hay que vivirla, aunque la adolescencia sea difícil. Me parece una excelente iniciativa, e hice un video bilingüe para enviar el mensaje también a los jóvenes latinos, que no importa dónde estés, en qué país o pueblo, también para ellos la vida se pondrá mejor.


Saludos,

-Constantino.

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Bullying

Es muy delgada la línea entre las bromas infantiles y el hostigamiento. Definir ese límite y evitar el bullying es una tarea en la que Guatemala comienza a dar los primeros pasos.

De cada 4 escolares guatemaltecos 3 han sufrido acoso escolar.

Paola Hurtado phurtado@elperiodico.com.gt

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De los cientos de casos de bullying en Guatemala que ha escuchado en su consultorio, el de los niños de kínder que querían asesinar a su compañerito es de los primeros que se le vienen a la mente. Eran niños de 6 años que planearon ahogar a su compañero en la piscina del club donde celebrarían un cumpleaños. La razón: les caía mal. Una madre escuchó el macabro plan y aunque creyó que se trataba de una invención peliculesca se acercó a la piscina, por si acaso.

Encontró a los chicos tratando de amarrar al indefenso niño a una silla para tirarlo al agua.


No es el único caso de intento de asesinato entre niños de preprimaria que ha conocido Guido Aguilar, uno de los psicólogos expertos en acoso escolar –o bullying– más consultados del país. También llegó a su clínica el caso de los preescolares que querían matar a su compañero metiéndole la cabeza en una pileta y el de las 15 adolescentes expulsadas de un colegio capitalino por desnudar a una compañera, encerrarla en un aula y llevarse su ropa.


En Guatemala, tres de cada cuatro niños ha sufrido algún tipo de agresión escolar, según un estudio publicado recientemente por la Dirección General de Evaluación e Investigación Educativa (Digeduca) del Ministerio de Educación. Es la primera vez que la cartera educativa se interesa en estudiar el acoso escolar. Anteriormente sólo se había abordado a través de tesis universitarias que evaluaron pequeñas poblaciones y encuestas en colegios privados. Se sabía que el bullying existía –aquí y en todo el mundo–, pero se desconocía cómo y en qué medida afecta a la población estudiantil nacional. Aunque los resultados sólo abarcan la capital, hay en proceso otros estudios que incluirán a la población estudiantil de todo el país.


La investigación de la Digeduca fue publicada en 2010 y reveló que el 77 por ciento de los escolares capitalinos, niños y niñas y colegios y escuelas por igual, ha padecido al menos uno de los 6 tipos de agresión más comunes: agresión física, verbal, grupal, exclusión social o amenazas. La más reportada fue la verbal y la exclusión. El estudio se hizo entre 1,232 estudiantes de sexto primaria de 38 establecimientos públicos y privados escogidos aleatoriamente.


El bullying es un fenómeno presente en las escuelas de todo el mundo y no es nada reciente. Hasta hace algunas décadas era considerado como un comportamiento “normal o común” entre los escolares. Sin embargo, el incremento de la violencia juvenil obligó a prestarle más atención a lo que tradicionalmente se creía que era parte del lenguaje y comportamiento infantil. El término bullying fue acuñado en 1973 por Dan Olweus, un noruego considerado el pionero de la investigación sobre este fenómeno, y luego fue adoptado en todo el mundo. En español ha sido traducido como acoso, hostigamiento, violencia escolar, maltrato o agresión.


Las investigaciones europeas y estadounidenses dan cuenta de que entre el 10 y el 20 por ciento de la población mundial sufre bullying. En Guatemala el porcentaje, según la Digeduca, es de 21 por ciento; o sea, uno de cada 5 niños sufre de agresiones severas, pero el 77 por ciento padece acoso leve.

El perfil del acosador

La mayoría de personas enfrentó durante su vida escolar un mote o un escarnio, pero no todas experimentaron el bullying. Un estudio de Olweus de 1998 menciona que el 75 por ciento de la población estudiantil tiene un atributo por el cual puede ser molestado. Puede ser una característica física como usar anteojos, tener sobrepeso o poca o mucha estatura; o intelectual como exceso o escasez de inteligencia. Sin embargo, no todos llegan a ser víctimas de bullying.

Sólo aquellos que llenan ciertas características de vulnerabilidad e indefensión.


El bullying es ante todo un abuso de poder, lo resume Carmen Lucía Cordón, una psicóloga clínica que hace 3 años recorrió Guatemala dando un total de 28 charlas a establecimientos sobre el bullying y la manera de abordarlo a través de una campaña que promovió la revista juvenil Aula 2.0.


La línea entre las bromas infantiles y el bullying suele ser para muchos confusa, principalmente para los adultos. Pero quienes han estudiado este fenómeno consideran que existe acoso escolar cuando a un estudiante le dicen repetidamente cosas desagradables o hirientes (apodos o insultos), cuando lo ignoran o lo excluyen del grupo, cuando le pegan, lo empujan, toquetean, patean o encierran, o le dañan o quitan sus pertenencias, y cuando le levantan falsos rumores o divulgan su vida a través de notas físicas o medios electrónicos.


Las conductas agresivas que detectó la encuesta de Digeduca entre los estudiantes capitalinos guatemaltecos son encabezadas por la agresión verbal seguidas por la exclusión sexual (52 y 46 por ciento). Lo preocupante, cita el estudio dirigido por Andrés Gálvez-Sobral y Maricarminha Castellanos, es que si estas conductas no se controlan son las que dan paso a las amenazas y a la agresión física.


El bullying se da desde los primeros años escolares hasta el diversificado. Sin embargo, los años en que el acoso es más intenso y frecuente es entre los 11 y 14 años, ha detectado Cordón en la práctica profesional. Entre esas edades, esta psicóloga ha conocido casos como el de una adolescente a la que todos sus compañeros de clase le dejaron de hablar por un mes y cayó en una profunda depresión, y al chico que le quitaron la silla y al caer se quebró la columna vertebral. Sus compañeros, además de reírse, colgaron el video en Youtube.

Las charlas no bastan

La unidad de producción de televisión del Procurador de los Derechos Humanos (PDH) lanzará este semestre una campaña para informar sobre qué es el bullying y cómo abordarlo. Con el apoyo de Digeduca y de Guido Aguilar distribuirá a través de sus oficinas en todo el país material audiovisual sobre el acoso en las aulas.


Aunque el país ya está dando pasos sobre el tratamiento del bullying, aún hay mucho desconocimiento y negación del problema. “Es muy poco lo que se hace”, opina Aguilar, quien ha impartido más de 60 charlas, talleres y seminarios sobre el fenómeno. Muchos colegios aún niegan los casos de bullying en sus instalaciones o los minimizan y los programas que manejan algunos no son constantes o se limitan a charlas ocasionales.


El estudio de Digeduca concluye en que la violencia de la sociedad guatemalteca se manifiesta en el sistema educativo y que los centros educativos están fallando al no poder brindar un lugar seguro para el desarrollo integral de los estudiantes.


“Las charlas y talleres son buenos, pero se abusa de ellos y hay que ir más allá de eso”, acota María del Pilar Grazioso, directora de la Maestría en Consejería Psicológica y Salud Mental de la Universidad del Valle (UVG). Se refiere que ya se da información sobre el bullying, pero no se está trabajando en un proceso de cambio, en programas de prevención, de modificación de comportamientos y de disminución de los niveles de violencia.


El colegio Capouilliez implementó desde hace cuatro años un programa de prevención del acoso escolar que va más allá de las charlas. A partir de una encuesta entre los alumnos de tercero primaria a quinto bachillerato sobre el bullying, el plantel desarrolló un programa que incluye los mecanismos para identificar agresiones y denunciarlas. Ha impartido talleres, seminarios y foros a maestros, alumnos y padres, así como al personal administrativo y operativo del colegio, incluyendo los monitores de los buses. Se proyectan películas y se promueve el lema “Cero tolerancia a la agresión”. “Los resultados han sido muy positivos, todos saben qué es el bullying, qué consecuencias tiene y cada vez se denuncia más y se tolera menos”, cuenta la psicóloga y orientadora Yolanda de Cobos.


Aunque en los colegios el acoso se atiende cada vez más, en el sector educativo público, el conocimiento y tratamiento del bullying es casi nulo. Un estudio de Digeduca que se publicará en este semestre evaluó a los estudiantes de magisterio de 5 escuelas normales capitalinas (los futuros educadores) y detectó que sólo en 3 de ellas los alumnos sabían qué es el bullying, aunque el 18 por ciento dijo padecerlo.


En las escuelas de áreas conflictivas el problema se agudiza debido a las pandillas, opina Hellen Muñoz, psicóloga y docente de la Universidad Rafael Landívar. Hay aulas en las que el escolar amenaza a sus compañeros o al maestro con pedazos de vidrio o con armas blancas, o con su hermano pandillero. Es una arista del bullying que aún no se ha estudiado, destaca.

De agresor a inadaptado

Un libro titulado “Aprender sin miedo”, citado por uno de los estudios de la Digeduca, menciona una investigación entre niños con leucemia a los que se les preguntó cuál había sido la peor experiencia de dolor y la mayoría respondió que eran las burlas por su apariencia al regresar a estudiar, más que el tratamiento contra el cáncer.


La víctima de bullying es una persona indefensa debido a la desigualdad de poder, se siente diferente a los demás y sin derecho a exigir. El hostigamiento severo y prolongado puede generar niños con baja autoestima, retraídos y desconfiados, rencorosos, resentidos, deprimidos y con tendencias suicidas. También les genera sensación de fracaso lo cual se deriva en bajo rendimiento escolar, una de las principales señales del bullying. Actualmente no se dispone de información en Guatemala de cuántos alumnos abandonan o repiten el grado debido al hostigamiento escolar.


Aunque muchos niños acosados “florecen” en la universidad al encontrar personas más afines a ellos, otros llegan a la edad adulta con los mismos problemas. “Aprenden a no brillar para pasar desapercibidos o tratan de cobrar venganza y son los que vemos protagonizando matanzas en las escuelas de Estados Unidos”, acota Aguilar.


Del lado de los agresores, hay estudios que aseguran que en la edad adulta un gran porcentaje se ve involucrado en hechos delictivos y tiene problemas para adaptarse en la sociedad. Lo que Cordón ha observado es que se convierten en adultos con poca empatía hacia los demás y pobre inteligencia emocional. Pueden ser personas violentas o con pocos escrúpulos. En Guatemala, uno de los “tratamientos” que se le ha dado al bullying es cambiar al niño agredido de colegio, pero en países europeos se ha legislado para que sea el agresor el que deba retirarse del plantel, no la víctima. No atender al agresor puede ser uno de los principales errores para la sociedad, opina Gálvez-Sobral en las conclusiones del estudio que midió la percepción sobre el bullying entre los futuros docentes. “Hay que verificar por qué agrede”, señala Muñoz, la psicóloga docente. La mayoría de agresores ha sido víctima en su hogar y aunque no es injerencia del colegio ese ámbito puede influir para que el niño reciba tratamiento, incluso condicionar su permanencia en el plantel.


Por parte de los observadores o testigos del bullying son alumnos que pueden desarrollar falta de sensibilidad y de solidaridad y aumenta el riesgo de que en el futuro ellos puedan ser agresores porque aprenden que alinearse con alguien dominante da estatus. O puede dejar sentimientos de culpabilidad por no haber defendido a una víctima, debido al temor de ser agredidos.


Las recomendaciones de los estudios de la Digeduca se centran en la necesidad de poner en marcha programas de capacitación para el docente, para que pueda identificar, asesorar y encauzar los problemas de agresividad que identifique en el aula. Pero también se sugiere que todos los miembros de la comunidad educativa se involucren en la denuncia y la prevención.


Siempre que se aborda el acoso escolar, los adultos, que quizá crecieron con apodos y peleas entre compañeros, suelen preguntar qué es y qué no es bullying. Los expertos lo resumen en una frase: “Cualquier agresión constante que le genere dolor al niño lo es”. No importa si es un apodo o un golpe. Y no importa si así crecieron sus abuelos y sus padres. “No tiene que ser así siempre”, dice Muñoz.


http://www.elperiodico.com.gt/es/20110206/domingo/190334/


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